Nicaragüa

Palabrerías de la sinrazón.
Deja que la improvisación enrede metáforas para intentar transfigurar una historia irreal y personal. Deja que mi palabrería acierte a tal revuelo si con cada golpe de teclado consigo sacar palabras que traigan consigo el revuelo a tan irremediable vuelo. Escondidas, muy volátiles verbales e inmortales al papel. Deja que mi pobre don tome forma según coge fondo la carrera. Paciencia, de momento solo son letras remeras que afrontan vendavales de sentimientos borrachos por tanta entrega. Y a veces pienso que quisieran remar en círculos sin ningún puerto aparente, solo tenerte manejando llevándome donde nunca se llegue.
Despiece de dos meses de intelecto aparente, carente de banalidades, repleto de vulgaridades por mi parte al lenguaje verbal que tanto daño hace. Por eso se, que en palabras al papel todo quedará más bonito en la repisa de cualquier balada, y las lágrimas no llegarán a manchar camisas de despedida, abrazos de hasta la vista que casi suenan a "hasta siempre", por eso martillo al ego y calabazas en el “hall” espantando niños buscando caramelos, armando fortalezas para que nadie encuentre nuestro escondite de dos almas desnudas rodeados de gente. ¿Cuantos pagarían por conocerme?... Cuantos gastaron su dinero, cuantos perdieron fortuna y tiempo, no sabes cuantos demonios tengo. Y tú, te has ido a encaprichar del más tonto del corral, del que mejor canta poesía, pero el que menos sabe juntarla en las rebanadas del pan de un nuevo día. Ergo mi relato, no es más que aquel acto que no conoce el corazón o sin quererlo ha olvidado, como una selva de palabras donde hace tiempo cortaron la cuerda al sentimiento y no sabe juntarlas para volver al lugar de los tinteros de amor, que siempre rebosan llenos de más pelos de punta solamente juntando retinas tan profundas que las propias palabras se olvidan, como un intento de desnudar al sentimiento y solo salen garabatos de niño inquieto.
Por eso mi verso, mi prosa, saltar a la intermediaria lengua que todo lo estropea cuando las cuerdas vocales empiezan a cantar las pericias del alma, por eso mi verso, mi prosa, del alma a la hoja, para que todo quede más bonito y mejor dicho, porque así lo piden los dedos carentes de suave tacto en cualquier desvelo, y encuentran al teclado el más sutil de todos los cuerpos, por eso mi verso, mi prosa, porque en las distancias cortas me acobardo, me lleno de maullidos de gato y el tigre queda enjaulado en el miedo al ridículo desesperado, por eso mi verso, mi prosa, como una excusa para darle al alma la oportunidad de saciarse en la explanada blanca de las palabras, por eso mi verso, mi prosa, porque así quedará para siempre al tacto de cualquier mano que atraviese profundamente las retinas.

Carta de despedida. Para vanagloriar al alma que tuve frente a la mía. Cuerpo de miedo y ego, indefenso, solitario, bravo a las embestidas. Curiosa y retraída, fría, desconfiada. Que mal mienten tus ojos si solo hay barrotes para no dejar salir al trote al felino de uñas de terciopelo, pasional, valiente, suave al tacto de los quereres, atrevida, con ansias de plato vacío y porciones para devorar la vida. ¿Qué escondes? ¿Que eres? Gracias. Por seguir conmigo en la carrera, por calzarte zapatillas de fondo y no desfallecer en la camilla de la mediocridad, por subirme el ego, por esa conexión mente-silencio y sueños, por no criticarme, por hacerlo. Gracias porque sin ti, me habría aburrido más que un macetero, por echarle tierra a mi intelecto, -que tampoco es tan altanero como lo pintan mis textos-, más bien mediocre pero resultón, curioso, canalla, cubierto de sueños podridos de tanto esperar los frutos regados con demasiado miedo. Gracias, por esto y por aquello, por devolverme a la mujer como algo más que un simple objeto para el sexo, gracias juro por ello, por darle a tu raza algo más que gallo pinto con queso, por cubrir sin quererlo cada palabra con el más tierno de los sentimientos, por seguirme el juego, por saber jugar a ello,  por conseguir no despistarte ni poder cazarte en la mediocridad de lo mundano, por darle a este pobre tonto algo más que caprichos de caramelo.
Vuelve a amanecer y pillo al sol escribiendo textos, hacia tanto tiempo que no pasaba la noche jugando a ser perfecto... ¡Que de recuerdos! Sentimientos fuera de cualquier tiesto, no pueden, no deben quedar cubiertos, ni regados, cero. Solo raíces a campo abierto, viendo como las palabras hacen surcos en el horizonte que juega a mezclar colores en el cielo, quitar los grilletes a los dedos y golpear libremente mientras un día más crece en el firmamento, y yo escribiendo, en silencio, trazando algo inmortal viendo al sol subir inquieto, escribiendo esta pobre carta que bien se no llegará a lo que deseo. Ni a lo que mereces, ni a lo que pretendo, cúlpale de nuevo a la inspiración que sabes ni yo mismo retengo. Solo es mi triste forma de despedirme de mi compañera de juegos, mi extraña chica que me hizo sentir menos extraño, más normal, mas corriente... gracias porque sin saberlo fuiste torrente en mitad de mil desiertos de soledad, de mis interminables noches a solas, de mi aislamiento atrincherado de sentimientos al papel y muy poco tiempo para ordenarlos, como un intento de retenerlos en el mayor caos de mi perfecto orden de intelecto, ganándote el derecho a leerme las venas cuando nadie me ve escribiendo.
Perdona si fui o si dejé de serlo. Por mis juicios y prejuicios, por ser tan directo, por ser transparente al verso y opaco a los parpadeos. Perdona por mis silencios, por mis grandes tumbas de secretos, perdona si alguna vez no supe corresponder tus deseos. Diez mil kilómetros de por medio. Demasiada agua, demasiado viento. Y es tanto lo que extraño que nada de aquí echaré de menos, creo. Salvo esa mirada perdida, esas charlas compartidas, esas caricias a escondidas que mastican las ganas de más caricias, y cuando todos suplican superficialmente que me quede, tú eres la única que irremediablemente sabe que ha de suceder como sucede. Piensas pero callas, asientes, no pretendes hacerme sentir peor. Ni mejor, simplemente sabes lo que uno siente tan lejos de la tierra que hizo crecer sus dientes y mi alma necesita que regrese.
 Maneras de aceras carcomidas, demasiado austeras, imperfectas. Y es que hay tanto en tan pocos ratos que no sé cómo agradecerte.
Supongo que para ti será conocer a alguien especial, diferente, fuera de lo común y extracorriente, más que interesante, elocuente, prudente y alocado, mejor que los demás... Déjame que te cuente, yo que comparto día y noche con mi mente, que de genio tengo lo que Mozart al Bourlesque, nada. Más bien partituras manchadas de demasiadas claves puntiagudas, melodías desafinadas, historias mal pagadas, sinfonías de noches que no deberían de ser nombradas, gracias por tu intento de hacerme sentir algo más que poemas de basurero. Por matar mis noches a solas cazando ratones a horas intempestivas, que mordían palabras haciendo de su latido melodías embalsamadas de poesía, por acompañarme sin saberlo, por ser compañera de este carnívoro nocturno devorador de inspiraciones mientras duran los segundos.
“siempre del revés como los búhos”, decía mi madre.
Tantas veces me comparé con ellos en mis textos… y es que aunque el cansancio sea excesivo, cuando la noche rompe al cielo abierto, mis ojos boquiabiertos despiertan y golpean el teclado a media noche, como queriendo cazar palabras convirtiendo las horas en sustento del alma hasta el nuevo amanecer. Pocos aquí fueron, lo sé, pero fuiste la excusa perfecta para que mis textos no sintieran la soledad brutal de esta libreta.
Seguiré siendo búho hasta que muera, no porque quiera, sino porque la inspiración así lo inspira.

No me olvides niña nica.

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