Palabrerías
de la sinrazón.
Deja
que la improvisación enrede metáforas para intentar transfigurar una historia
irreal y personal. Deja que mi palabrería acierte a tal revuelo si con cada
golpe de teclado consigo sacar palabras que traigan consigo el revuelo a tan
irremediable vuelo. Escondidas, muy volátiles verbales e inmortales al papel.
Deja que mi pobre don tome forma según coge fondo la carrera. Paciencia, de
momento solo son letras remeras que afrontan vendavales de sentimientos borrachos
por tanta entrega. Y a veces pienso que quisieran remar en círculos sin ningún
puerto aparente, solo tenerte manejando llevándome donde nunca se llegue.
Despiece
de dos meses de intelecto aparente, carente de banalidades, repleto de
vulgaridades por mi parte al lenguaje verbal que tanto daño hace. Por eso se,
que en palabras al papel todo quedará más bonito en la repisa de cualquier
balada, y las lágrimas no llegarán a manchar camisas de despedida, abrazos de
hasta la vista que casi suenan a "hasta siempre", por eso martillo al
ego y calabazas en el “hall” espantando niños buscando caramelos, armando
fortalezas para que nadie encuentre nuestro escondite de dos almas desnudas
rodeados de gente. ¿Cuantos pagarían por conocerme?... Cuantos gastaron su dinero,
cuantos perdieron fortuna y tiempo, no sabes cuantos demonios tengo. Y tú, te
has ido a encaprichar del más tonto del corral, del que mejor canta poesía,
pero el que menos sabe juntarla en las rebanadas del pan de un nuevo día. Ergo
mi relato, no es más que aquel acto que no conoce el corazón o sin quererlo ha
olvidado, como una selva de palabras donde hace tiempo cortaron la cuerda al
sentimiento y no sabe juntarlas para volver al lugar de los tinteros de amor,
que siempre rebosan llenos de más pelos de punta solamente juntando retinas tan
profundas que las propias palabras se olvidan, como un intento de desnudar al
sentimiento y solo salen garabatos de niño inquieto.
Por
eso mi verso, mi prosa, saltar a la intermediaria lengua que todo lo estropea
cuando las cuerdas vocales empiezan a cantar las pericias del alma, por eso mi
verso, mi prosa, del alma a la hoja, para que todo quede más bonito y mejor
dicho, porque así lo piden los dedos carentes de suave tacto en cualquier
desvelo, y encuentran al teclado el más sutil de todos los cuerpos, por eso mi
verso, mi prosa, porque en las distancias cortas me acobardo, me lleno de
maullidos de gato y el tigre queda enjaulado en el miedo al ridículo
desesperado, por eso mi verso, mi prosa, como una excusa para darle al alma la
oportunidad de saciarse en la explanada blanca de las palabras, por eso mi
verso, mi prosa, porque así quedará para siempre al tacto de cualquier mano que
atraviese profundamente las retinas.
Carta de despedida. Para vanagloriar al alma que tuve frente a la mía. Cuerpo de miedo y ego, indefenso, solitario, bravo a las embestidas. Curiosa y retraída, fría, desconfiada. Que mal mienten tus ojos si solo hay barrotes para no dejar salir al trote al felino de uñas de terciopelo, pasional, valiente, suave al tacto de los quereres, atrevida, con ansias de plato vacío y porciones para devorar la vida. ¿Qué escondes? ¿Que eres? Gracias. Por seguir conmigo en la carrera, por calzarte zapatillas de fondo y no desfallecer en la camilla de la mediocridad, por subirme el ego, por esa conexión mente-silencio y sueños, por no criticarme, por hacerlo. Gracias porque sin ti, me habría aburrido más que un macetero, por echarle tierra a mi intelecto, -que tampoco es tan altanero como lo pintan mis textos-, más bien mediocre pero resultón, curioso, canalla, cubierto de sueños podridos de tanto esperar los frutos regados con demasiado miedo. Gracias, por esto y por aquello, por devolverme a la mujer como algo más que un simple objeto para el sexo, gracias juro por ello, por darle a tu raza algo más que gallo pinto con queso, por cubrir sin quererlo cada palabra con el más tierno de los sentimientos, por seguirme el juego, por saber jugar a ello, por conseguir no despistarte ni poder cazarte en la mediocridad de lo mundano, por darle a este pobre tonto algo más que caprichos de caramelo.
Vuelve
a amanecer y pillo al sol escribiendo textos, hacia tanto tiempo que no pasaba
la noche jugando a ser perfecto... ¡Que de recuerdos! Sentimientos fuera de
cualquier tiesto, no pueden, no deben quedar cubiertos, ni regados, cero. Solo
raíces a campo abierto, viendo como las palabras hacen surcos en el horizonte
que juega a mezclar colores en el cielo, quitar los grilletes a los dedos y
golpear libremente mientras un día más crece en el firmamento, y yo
escribiendo, en silencio, trazando algo inmortal viendo al sol subir inquieto,
escribiendo esta pobre carta que bien se no llegará a lo que deseo. Ni a lo que
mereces, ni a lo que pretendo, cúlpale de nuevo a la inspiración que sabes ni
yo mismo retengo. Solo es mi triste forma de despedirme de mi compañera de
juegos, mi extraña chica que me hizo sentir menos extraño, más normal, mas
corriente... gracias porque sin saberlo fuiste torrente en mitad de mil
desiertos de soledad, de mis interminables noches a solas, de mi aislamiento
atrincherado de sentimientos al papel y muy poco tiempo para ordenarlos, como
un intento de retenerlos en el mayor caos de mi perfecto orden de intelecto,
ganándote el derecho a leerme las venas cuando nadie me ve escribiendo.
Perdona
si fui o si dejé de serlo. Por mis juicios y prejuicios, por ser tan directo,
por ser transparente al verso y opaco a los parpadeos. Perdona por mis
silencios, por mis grandes tumbas de secretos, perdona si alguna vez no supe corresponder
tus deseos. Diez mil kilómetros de por medio. Demasiada agua, demasiado viento.
Y es tanto lo que extraño que nada de aquí echaré de menos, creo. Salvo esa
mirada perdida, esas charlas compartidas, esas caricias a escondidas que
mastican las ganas de más caricias, y cuando todos suplican superficialmente
que me quede, tú eres la única que irremediablemente sabe que ha de suceder
como sucede. Piensas pero callas, asientes, no pretendes hacerme sentir peor.
Ni mejor, simplemente sabes lo que uno siente tan lejos de la tierra que hizo
crecer sus dientes y mi alma necesita que regrese.
Maneras de aceras carcomidas, demasiado
austeras, imperfectas. Y es que hay tanto en tan pocos ratos que no sé cómo
agradecerte.
Supongo
que para ti será conocer a alguien especial, diferente, fuera de lo común y
extracorriente, más que interesante, elocuente, prudente y alocado, mejor que
los demás... Déjame que te cuente, yo que comparto día y noche con mi mente,
que de genio tengo lo que Mozart al Bourlesque, nada. Más bien partituras
manchadas de demasiadas claves puntiagudas, melodías desafinadas, historias mal
pagadas, sinfonías de noches que no deberían de ser nombradas, gracias por tu
intento de hacerme sentir algo más que poemas de basurero. Por matar mis noches
a solas cazando ratones a horas intempestivas, que mordían palabras haciendo de
su latido melodías embalsamadas de poesía, por acompañarme sin saberlo, por ser
compañera de este carnívoro nocturno devorador de inspiraciones mientras duran
los segundos.
“siempre
del revés como los búhos”, decía mi madre.
Tantas
veces me comparé con ellos en mis textos… y es que aunque el cansancio sea
excesivo, cuando la noche rompe al cielo abierto, mis ojos boquiabiertos
despiertan y golpean el teclado a media noche, como queriendo cazar palabras
convirtiendo las horas en sustento del alma hasta el nuevo amanecer. Pocos aquí
fueron, lo sé, pero fuiste la excusa perfecta para que mis textos no sintieran
la soledad brutal de esta libreta.
Seguiré
siendo búho hasta que muera, no porque quiera, sino porque la inspiración así
lo inspira.
No
me olvides niña nica.
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