Madrid

Dentellean por la sierra madrileña, claras y firmes cual frontera, las farolas que dejan sin luz a las estrellas; pocas han venido a mi encuentro, muy pocas, tan bajas en número como en pasión por traer a la luna tras su estela. Ni rastro hay de ella ni de mi ropa que aislada espera a acabar un cigarro que prometía noche de estrellas. Tras mi escondite hace tiempo olvidado, todo torna postergado, acallado y sombrío en sus pedazos, ya nada hay que ver al este o al oeste, nada hay que esperar tras una cama de muelles abandonada, carcomida y olvidada que se negó a crear más sueños para un alma atormentada. Noche de llantos y quejidos, de silencios rasgados por el olvido, noche muerta entre las sendas de amor que ha traido madreselvas enredadas al camino, noche de pasión a mis escritos, de poemas que elevan la tristeza y claman lienzos los suspiros, noche de heridas y descosturas, de pezuñas que intentan expresar deseos, de esos que siempre forjaban un sueño de amor infinito y ahora sólo sirven para dar sabor al puchero de lo maldito.

Quiere salir el sol por la frontera y descansan las pupilas en la retaguardia de un mañana que cuenta los instantes que faltan para que florezca la preciada luz del alba. Van hundidas, cansadas, maullando a la luna que prestaba farolas en la lontananza, como un periplo ensangrentado castigando la alborada, hay sueño, y el sueño torna en escritura, cumbre de arte y vanguardia de melancolía, fragmentos lívidos que despiertan los lindes de las fronteras y las agrietan dejando al texto poderoso, lidiando entre seda las heridas magulladas de mil veranos opacos de ocasos. Texto en poesía mientras los párpados soportan toneladas de cansancio.
Ya llega, ya despeirta, ya llega el astro incandescente a cubrir los sueños del presente, ya sube, ya vienen los rayos de sol a cubrir mis textos de dudosos resplandores, ya suena, ya llega, el final de un texto y el comienzo de un día dado a luz entre poesía.
Muerdan sus tachuelas eruditos, que aun no explico porqué brillan sus ruinosas esmeraldas, sus palabras hartamente sabias y sus famosas frases y dichos malvividos; ¿a qué hablar del primer amor perdido?, ¿a qué gemir creyendo morir recordando el primer calambre vivido?...
Más hermoso y doloroso es haber sentido como se descompone el amor, como se resquebraja y deja fisuras en la piel del alma, no a una ni a dos, ni a tres si quiera con promesas de vida entera, más hermoso y doloroso haber amado y huído de su lado, más hermoso y doloroso recordarlas como pequeños fragmentos de brillante esmeralda, más hermoso y doloroso ha sido haber amado y haber perdido, más que todo ello, con suficiente arte y con más garra todavía, con pedazos del alma desperdigada, es haber sufrido y seguir esperando ser correspondido. Porque las lágrimas olvidan su recorrido, relegan al dejar surcos en las mejillas que morían en los puños, y cuando ellas mismas olvidan porqué merecía la pena salir vivas, comienza de nuevo el reto, la búsqueda incesante de lo secreto, del nuevo amor y sus incansables golpes al deseo, comienza el hambre, la gran derrota al verso, entonces al corazón no le queda más remedio que incorporarse de nuevo al juego.

Guarden la escalera, bastan solo mis poemas poblando la cima de esta odisea, que ya se encargan mis pecados de cercenar acantilados y acallar el canto de sirenas. Tan sólo enteras tres lianas intactas a tal derrumbe, y la lumbre de sus corazones las impulsa hasta la cumbre. Son mis versos el aliento de tan majestuoso acontecimiento, y el sol sereno sucumbe al reto rescatando una a una las voces de mi deseo.
Una liana para mi madre, que parió con dolores a este necio, la otra liana para mi hermana, sangre mía y pura raza, y la última liana, la de la esperanza, para que alce los puños de la garra la compañera que quieran otorgar para mi alma. El resto pueden romperlo, quemarlo y hacerlo añicos, sé que este mundo no tiene más de lo que ya he vivido. Porque la vida se resume en tres tragos mal bebidos y un puñado de momentos mal vividos, que de arduas sombras la tempestad se nutre y surte tal efecto en la sobriedad de la oscuridad nocturna, que abiertamente cubre con sus manos embriagadas, las lágrimas nacientes de yagas abandonadas.
Triste y solo, con cien retales de versos por tachuelas y una sombra oscura por discordia, triste y solo, como almacenado en barricas de pienso y grano, esperando ser caduco, olvidado… tal vez devorado por las gallinas de piel de sapo, garrapatas de luz sin amo esperando un descuido del ocaso, agazapado, escondido, esperando no ser visto, y otra vez más me cojerá el sueño solo y olvidándome mañana de lo que he escrito. Porque hay pan y hay vino ya en los intestinos y hay ginebra que retruena por las venas mezclada con demasiado alcohol para esta noche tan serena, y sé que mañana será solo un simple arroyo de agua para una mente desecada, enciscada en prender la lumbre de tamto amor, y solo prenden mechas de desesperación.


Ahora juzguen y midan si es que pueden, la hermosura de tal acecho a la literatura, y mañana sean testigos de mis lágrimas bañadas en el mugriento barro de los delitos. Dame un minuto amanecer, deja volver a poner mis ropas y tienes permiso para florecer.

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